lunes, 13 de octubre de 2014

Capítulo Diecisiete.

«¿Por qué será que todas las personas que me importan lo pasan mal sin que yo lo sepa, sin darme cuenta?»
Ya empieza Raúl con sus rayadas, comeduras de coco o como lo llama él: "El momento idóneo para escribir. La verdad es que cada instante me inspira algo nuevo. Cuando me va bien, escribo; cuando me va mal, escribo; cuando no sé si me va bien o mal, escribo."

Blogger. Iniciar sesión. Nueva entrada.
[Inserte título].

Y al cabo de un rato, caigo. El cielo es azul porque el azul es el color de la esperanza. Cuando tenemos dudas pero no podemos esperar a que llegue la noche, y disfrutar de una luna tan solitaria como nosotros mismos, alzamos la vista al cielo. Primero, la luz del Sol nos ciega, y cuando ya nos hemos acostumbrado, distinguimos las nubes entre el cielo azul esperanza, que nos dicen: "Todo llega".
Pero el principal problema es el pasado.
Dormía durante el día y vivía de noche. Sólo se oía el rumor de un poeta escribiendo, el humo de un cigarro que encendían cada media hora en el piso de enfrente, yo ahogándome entre lágrimas y el camión de la basura. Había días que me daban ganas de preguntarle gritando al conductor si yo también debía entrar ahí.
Pero ahora he cambiado; soy distinto.
La cabeza siempre va bien alta, y he aprendido que no es que no tenga precio, es que no podéis pagarlo.

Y empieza a recordar escenas de esa temporada. Unas tan vívidas, otras tan distorsionadas y borrosas.
» -Raúl, ¿estás con Laura? 
-No, ¿por qué? ¿Pasa algo?
Habían quedado, pero lo cancelaron. Ninguno de los dos tenía su mejor día y no dejaban de discutir. La encontraron muerta. Él fue el principal sospechoso desde le primer momento. Estuvo semanas acudiendo a los juicios. Y cuando los demás, ya sin pruebas, intentando encontrar milagrosamente una pista para confirmar que había sido él el asesino, se demostró que había sido otra persona. 





sábado, 4 de octubre de 2014

Capítulo Dieciséis.

Luna coloca un marcapáginas, cierra el libro y se levanta. Las puertas del autobús urbano se abren en el centro de Madrid, al lado de un Starbucks. Se coloca bien la mochila en los dos hombros y apoya un pie en el suelo. 
Comienza a andar acompañada de una manada de gente; es casi imposible cruzar los semáforos sin chocarte con alguien que viene de la acera de enfrente.  
En las calles de esta ciudad de revolución se mezclan muchas culturas y formas de vida diferentes. Luna observa varias personas completamente distintas.
«Esto es lo que hace a las grandes ciudades especiales.» 
Y a medida que avanza con esa multitud de gente, se va acercando a un mendigo que le llama mucho la atención.
Su edad rondará los veinte años. Tiene los dos brazos tatuados y un piercing en la nariz. A menudo se tapa el rostro con las manos, como si no quisiera que el mundo vea quién es. 
Comienza a ser nostalgia por algo que nunca ocurrió, y es que ese chico le recuerda tanto a un hermano mayor con el que tantas veces ha soñado...
Temblando y con miedo en el cuerpo en grandes cantidades, se acerca a él. El chico está mirando hacia otro lado, por lo que no la ve.
-Hola. ¿Que haces aquí?
Él, sorprendido, se queda observándola. Tras unos segundos contesta.
-¿No es bastante obvio? -tiene la voz rasgada, propia de un cantante, pero suena borde. Mucho.
-Perdona, creo que no me he explicado bien. Me preguntaba qué ha tenido que pasar en tu vida para que tan joven estés pidiendo en la calle.
-No creo que sea de tu incumbencia.
-No, puede que no. Pero quiero ayudarte.
-En realidad, lo único que quieres es realizar una buena acción, para sentirte bien contigo misma y esas mierdas.
Ella traduce eso como un "Gracias, eso es exactamente lo que necesito en mi vida".
-¿Cómo te llamas? 
El chico, que hace rato que no la mira a los ojos directamente, levanta la vista. 
Luna, a pesar de estar aterrorizada y pensando en la posibilidad de que en cualquier momento, él va a gritar o incluso, teniendo en cuenta de que es un chico de la calle, agrederla, permanece firme.
-Javier, solían llamarme Javi. -se gira hacia ella- ¿Y tú?
-Luna, pero suelen llamarme Lú.
Los dos sonríen sin ser conscientes de que éste es el principio de una historia muy, muy larga.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Capítulo 15

Querido mejor amigo,
te escribo este e-mail para seguir informándote de mis progresos en los últimos días y contarte detalladamente cómo pasó todo.
Estuve ingresada desde el domingo hasta el martes de madrugada. Raúl vino a verme dos veces. En la segunda conocí a la chica con la que trabaja en la radio, que ahora es su mejor amiga, Luna. Me ha caído muy bien y además es guapísima; tiene unos ojos tan verdes que cualquiera se pararía a verlos.
Ahora que todos se han enterado de mis problemas, puedo expresarme con más confianza. Además, tengo la certeza de que intentarán ayudarme en cuanto me vean triste.
Y créeme que he sacado muchas conclusiones gracias a este tema.
1. No se puede ir siempre con la autoestima baja y la cabeza alta. Necesitas a alguien que esté al corriente de todos tus problemas y con quien puedas ser cien por cien sincero. 
Debes apoyarte en las personas que más te demuestran, puesto que si están en las malas, en las buenas los apreciaras aún más.
2. Al contrario de lo que pensaba, los psicólogos no te miran ni tratan como si fueras un bicho raro, el que me ayudó, después de haberse enterado de mi situación me hizo sentir tan cómoda como un domingo de peli con manta y palomitas.
3. Es cierto que todos son unos mentirosos y unos hipócritas cuando dicen que lo único que importa es el interior, pero una tiene que estar menos pendiente de lo que dice el resto y estar a gusto con una misma, con su físico, tal y como sea, y no llegar al punto de la obsesión o trastornos alimenticios.
Mil ganas de verte Jesús, a ver si quedamos un día y sigo contándote. Gracias por todo.
Te quiere, 
                    Belén.

A los diez minutos, una llamada. Sonríe cuando ve aparecer su nombre en la pantalla y comienza a sonar «Fuma y quema el mal», de Magic Magno; tono que él mismo eligió para que sonara cada vez que llamara a Belén.
-¿Diga?
-Hola Belén, soy yo. Me alegra un montón oírte. Además, por el e-mail que acabas de mandarme, he visto que ya tienes medio superado el tema.
-Sí, bueno. Sólo han pasado dos semanas. Han sido un poco duras, porque estaban llenas de exámenes que he tenido que perderme. -y chasquea la lengua.
-¿En serio? ¿Y cómo te las has arreglado?
-Venía todos los días un amigo a verme. Los profesores han dicho que podré recuperar todo lo perdido la semana que viene.
-¿Y tu madre?
-¿Qué pasa con ella? -pregunta Belén con ironía.
-Que cómo se ha tomado esto.
-Bueno, al principio se notaba que sentía mucha lástima por mí y estaba enfadad consigo misma por no haberse dado cuenta de que me pasaba algo. Incluso legué a notar que me miraba de una forma distinta, como si me hubiera vuelto completamente loca.
-Bueno, entiéndela. Es duro enterarte de que tu hija sufre de esta manera y tu no has sido consciente de ello. Ni yo sabía que llegabas tan lejos. No vuelvas a hacerlo, ¿de acuerdo?
-Lo intentaré, pero es difícil. La desconfianza es lo peor y más si es en uno mismo. Te dejo, tengo que irme.
-Cuídate, enana.